Todavía recuerdo la segunda práctica de la asignatura Ciencias Políticas y de la Administración, en primer curso de la Sociología. Después de un trabajillo de “calentamiento” (discutir si la carrera debía servir únicamente para formar personas críticas o únicamente para producir profesionales adaptados a las exigencias del Mercado) el profesor Trenzado Romero nos hacía leer un texto horrible de Giovanni Sartori (ni siquiera recuerdo de que hablaba) para luego responder a unas preguntas sobre él.
Nunca pensé que pudiera decir esto, pero desde mi exilio de oro (Erasmus en Escocia), en una asignatura en principio equivalente a Ciencias Políticas o Fundamentos de Ciencia Política en primero de nuestra Facultad (aunque me la convaliden por Ciencia de la Administración), he terminado echando de menos a Sartori (entre otros).
Y es que aquí nadie enseña, sabe ni quiere oír de Sartori, Weber, Marx o Lijphart (autores de los que se hablaba hasta la saciedad en primero de carrera). Cuando en Granada se habla de las definiciones que da Weber de poder y política (imprescindibles para entender de que estamos hablando en Ciencia Política), aquí se discute sobre el carisma de Gordon Brown, Tony Blair y Margaret Thatcher. Cuando en Granada se habla de Lijphart y sus modelos de democracia, aquí se dan vueltas y más vueltas sobre los aspectos estadísticos más elementales del sistema electoral británico (venga a repetir que los laboristas, como poco más del 20% de apoyo sobre el censo electoral en 2005 consiguieron como el 60% de los diputados… sin intentar profundizar teóricamente, sólo repitiendo el dato estadístico, para lo que no hace falta estudiar Ciencia Política o Sociología). Cuando en Granada hablábamos de la teoría marxista, del Estado de Bienestar y sus críticos… bueno, aquí hubo un día en que la actividad de la clase consistía en hablar con la persona que tenías al lado y presentarla al resto de la clase (cosa que puede estar bien para una clase de inglés o para un grupo con muchos alumnos no nativos, pero en esta clase en concreto soy el único no británico).
Aunque eso sí, la metodología docente de Ciencias Políticas de primero se queda muy cutre en comparación con lo que tenemos aquí: ¡nada de transparencias manchadas por el tiempo, ni pizarra verde, ni tiza que deja la ropa hecha un asco! Aquí todo el mundo usa el Powerpoint, y todo es muy bonito, muy brillante, con muchas fotos, letras muy grandes y apartados muy separados y muy claritos. Pero detrás de este espectáculo de luces y colores no hay nada. No hay intento de profundizar en la materia, ni de revisar críticamente lo que dicen los autores y manuales más conocidos (por cierto, aquí las bibliografías recomendadas son obras generalistas, menos mal que ya soy perro viejo y tengo la costumbre de acudir a las fuentes originales).
¿Esto es la “metodología docente avanzada” del Espacio Europeo de Educación Superior a la que nos dirigimos? ¿Este simulacro (en el sentido de Baudrillard: símbolos que se remiten a símbolos sin ninguna realidad que los avale) de clase es lo que buscamos? ¿Este envoltorio brillante, aséptico y moderno (o tal vez postmoderno, me hago un lío con estas palabrejas) que proporciona el Powerpoint, sin ningún contenido sustancioso que vaya más allá de repetir (pseudo)verdades y datos que se presentan como “autoevidente”?
Tampoco creo que capacite profesionalmente para nada; como mucho, para ser contertulio mañanero en los Desayunos de TVE, el programa de Concha Campoy y similares (“contertulios caducados” según el grupo punk-rock Reincidentes, “todólogos” según el politólogo Carlos Taibo).
La ventaja que tenemos los perros viejos con este sistema es que nos resulta fácil sacar buenas notas tirando de los “grandes autores” que se omiten en las clases. Pero los “cachorros” que entren de primeras en este sistema altamente perfeccionado de reproducción cultural no tienen ese recurso.
¡Con todo lo que yo he dicho del sistema educativo español y sus métodos de enseñanza… !
Bueno, supongo que siempre se pueden hacer las cosas peor. Nunca pensé esto mientras hacía prácticas horribles como la de Sartori (de hecho creo que ni llegué a entregarla), pero ahora, cuando estoy en clase… echo de menos a Sartori, y a Lijphart, y a Marx, y a Weber, y a los de la primera escuela de Frankfurt, y a Bourdieu… y hasta a Parsons, Habermas o (quien estuviera conmigo en Teoría del Estado el curso pasado sabe por qué) a Michael Mann. Echo de menos discutir en clase (los grupos artificiales que se hacen aquí artificialmente para discutir temas artificiales durante diez minutos no me valen) sobre los autores, sus teorías y la interpretación del mundo según esos autores y teorías. Echo de menos hacer algún trabajillo en el que haya que investigar en vez de resumir.
Fuera del absurdo burocrático que son la mayoría de las clases (hay una que se salva, y con nota) estar en Escocia es un gusto. El whisky soberbio, gracias por preguntar.
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